Numerosos estudios han comprobado que la soledad tiene un mayor efecto dañino a nuestras salud que el estar obeso. Lo equiparan al daño que fumar produce en nuestra salud.

Desde el principio de la creación Dios dijo que “no es bueno que el hombre esté solo” (Genesis 1, 18). Hay una gran certeza en esas simples palabras. Lo que es más, la soledad no es simplemente el hecho de no tener a nadie alrededor. La soledad de la que hablan los estudio es un estado subjetivo, un sentimiento. Está definida por la Dra. Frieda Fromm-Reichmann como el deseo de intimidad.

Es decir, que incluso una persona puede tener gente alrededor, vivir en familia, tener conocidos y no tener satisfecho eso deseo de intimidad. Intimidad para compartir, para sentirse valorada, para desarrollarse. Es por eso que en Estados Unidos el 40% de la población adulta se considera sola.

Desde hace tiempo se sabe el efecto negativo de la soledad en la salud mental. Es causa y precursor de muchas enfermedades como ansiedad, depresión e incluso esquizofrenia. Pero cada vez más se reconoce también como causa o influencia en enfermedades físicas como alzheimer, diabetes, presión alta, enfermedades cardiácas o neurológicas e incluso cancer.

Esto es algo que vemos continuamente en nuestro Centro de Vidas Sanas. Muchos de nuestros clientes llegan afligidos por la soledad. Incluso con pareja e hijos, perteneciendo a grupos en sus iglesias, no logran llenar ese vacio que la soledad deja. Es parte de ser inmigrante, del estido de vida y de la cultura, de sentirse rechazado. En particular es más común entre las mujeres. Están rodeadas de gente pero no llenan su deseo de intimidad, de compartir, de sentirse afirmadas, valoradas, respetadas y queridas.

Empiezan su sanación en nuestra Tutoría de Vida cuando ven cual es el centro de su intimidad, de donde viene. Cuando empiezan a darse cuenta de que Dios sí les valora, respeta, afirma y quiere. En los grupos del Proceso del Perdón y otros procesos se sientan también valoradas y forman amistades reales que perduran por años. Amistades entre personas que se aceptan tal como son y que se apoyan mutuamente.

En estos procesos y tutoría pueden descubrir las raices de su sentimiento de soledad y como una cebolla ir quitando las capas que les impedía llenar su intimidad. En los analisis de antes y después vemos cambios muy grandes en muy poco tiempo. Cuando la persona descubre el don social de Cristo y empieza a darse cuenta de su dignidad como obra maestra de Dios, los cambios vienen enseguida.

Y es imprescindible que haya este cambio, ya que cada vez más se ve que la soledad tiene un gran componente hereditario y que también se aprende en la cuna, en el hogar. Si los padres sufren de soledad, es muy factible que los hijos sufran de ello también. En los hogares donde no reina la paz, el amor, el apoyo y cariño, ese sentido de intimidad, los hijos no se desarrollan como deberían. Esa soledad les puede hacer sentirse enojados, timidos, sensitivos a la crítica, duditativos. Y afectar su futuro ya que nuestro cerebro se empieza a formar desde los primeros momentos de la vida e incluso se está descubriendo como estas situaciones afectan hasta al nivel genético y celular de las personas.

La soledad afecta nuestra felicidad y la de nuestra familia, puede causar gran daño a nuestra salud y al final nos aparta de Dios y de los demás. No tenemos que sufrir así.

Por eso, en este principio del año cuando empezamos a vislumbrar como será nuestra vida próxima, recapacita sobre tu nivel de soledad, sobre tu deseo de intimidad y de los que están a tu alrededor.

Si te sientes sola o solo y deseas cambiar, contáctanos para que te ayudemos a tener una vida y una familia mas sana, feliz y santa.