Continuamente tenemos que ir mejorando para poder llegar a ser como debemos ser realmente y poder darnos a los demás de esa forma. Esa versión óptima de nosotros mismos, realizada tal y cómo Dios quiso que seamos, debe de ser nuestro objetivo final. Para llegar a ello necesitamos obviamente conocer cuál es esa versión.
De esta forma al entrar en un proceso de cambio necesitamos saber primero cual es la meta final, saber hacia dónde vamos. Y esto lo vamos a descubrir escuchando a Dios.
Hay muchas formas de escucharle a Dios ya que hay muchos momentos en los que nos habla. Simplemente tenemos que empezar a reconocerlos, buscarlos y principalmente acordarnos de lo que nos dice para después ponerlo en práctica. Estos tres elementos son muy importantes, así que vale la pena repetirlos.
Para cambiar y mejorar necesitamos:
1. Escuchar a Dios.
2. Acordarnos de lo que Dios nos dice.
3. Ponerlo en práctica
El primer punto, escuchar, y no simplemente oír, viene dado cuando sabemos dónde está Dios hablándonos. Sabemos que Dios nos habla a través del Evangelio, Su Palabra viva. También nos habla a través de la boca del sacerdote, en su homilía. Y estando presente en la Eucaristía nos habla en todo momento de la celebración sacramental de la Santa Misa. Ahí es uno de los principales sitios donde podemos escucharle.
Una vez que le escuchemos, ¿cómo vamos a acordarnos lo que nos dice? La forma más sencilla es teniendo un Diario de Misa. Un diario donde apuntemos un mensaje cada domingo. Nada más. Algo sencillo. Casi siempre aconsejamos dar pasos pequeños en el cambio. Esto es porque es más fácil sostenerlos a lo largo del tiempo y que se forme un hábito. Cuando intentamos hacer muchas o grandes cosas de golpe es difícil sustentarlas durante tiempo.
El Diario de Misa es algo que aconseja Matthew Kelly y tiene gran razón. Si fuésemos a tener una audiencia privada con el mayor guru o experto que nos va a dar consejos de que debemos hacer en nuestra vida, seguro que llevamos algo para apuntar o grabar. Eso mismo pasa durante la Misa: Dios nos habla y si le escuchamos veremos sus grandes consejos. Pero para acordarnos después de que ésta acabe tenemos que tener una forma de apuntarlo. Lapiz y un trozo de papel vale, pero es mejor un diario que podamos mantener semana a semana e incluso después guardarlo.
No solamente nos ayudará en ese día, en ese momento particular de nuestra vida, sino que al repasarlo en el futuro nos dejará ver donde estábamos y cómo hemos avanzado cuando ponemos en práctica esos mensajes de Dios.
Y ahí viene el tercer punto, ponerlo en práctica. Si escuchamos el mensaje de Dios, lo escribimos para recordarlo, pero no lo ponemos en práctica, de nada nos sirve en nuestras vidas. Su utilidad viene cuando forma parta de nuestra vida. Sino es como palabras que se las lleva el viento, sin resultado, sin cambio. Para que haya un cambio, hay que hacerlo.
Jesús a lo largo del evangelio nos pide una acción de fe antes de regalarnos su milagro, su sanación, su ayuda. Esa acción que debemos seguir viene dada por el mensaje escuchado. Al ponerla en práctica podemos ver cambios en nuestras vidas. Y al crearla en hábito, esos cambios pueden ser duraderos.
Un mensaje a la semana, un cambio a la semana puede ser suficiente para transformar nuestras vidas y empezar a ser el verdadero yo, la mejor versión de ti mismo, tal y cómo Dios te ha creado para ser. Así que busca un pequeño diario y llévalo a Misa esta domingo para apuntar lo que Dios te dice para la semana. De esa forma sí que le podrás decir, “habla Señor que tu siervo escucha”.
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